viernes, 5 de mayo de 2023

Hace 136 años nacía El pibe de la Paternal, Don Osvaldo Fresedo.

 

Músico, bandoneonista. director, compositor y arreglador.


Creador y figura de primera fila, a través de cincuenta años, de la corriente de interpretación orquestal que se apoyó preferentemente en los valores melódicos del tango. Hombre de la generación de 1910, compartió la gestación de ese temperamento de ejecución con otros artistas de su misma hornada, como Juan Carlos Cobián, Carlos V. G. Flores, Enrique Delfino, Agesilao Ferrazano, José M. Rizzuti, varios de los cuales integraron después su orquesta. Llevó asimismo esa evolucionada modalidad a su bandoneón, en una tesitura menos cultivada, aunque vecina por su buen gusto y sus calidades de sonido y de expresión, a las de Maffia, Pollet y Petrucelli. Las más remotas huellas de su luego inconfundible estilo orquestal se encuentran en dos fuentes fonográficas de 1917: las grabaciones—como la de su propio tango Amoníaco— del quinteto de Vicente Loduca, en 1917, el cual integró y al que infundió sus ideas musicales. Y los registros de la orquesta típica Select —Cholo viejo, Oscarcito, El taura— formado por su bandoneón, el piano de Delfino, el violín de Roccatagliata y como refuerzo ocasional, el cello de Herman Meyer y el violín de Alberto Infante. Ya en estos trabajos y, naturalmente, en los de su propio cuarteto de 1918 y de su sexteto posterior, se advierten los elementos de concepción instrumental que hacen el cimiento mismo de su modalidad: honda preocupación por la sonoridad y la concertación orquestal; los largos pasajes ligados y delicadamente matizados con otros en pianísimos stacati y el moderado empleo de solos, confiados éstos, preferentemente, al piano. Almita herida, Sollozos, Elegante papirusa, son interpretaciones suyas bien representativas del período 1921-1925. Poste-riormente, su orquesta varió, en algunos aspectos, conforme a la sensibilidad dominante en cada época: en ciertas instancias se volcó a los tempos rápidos de ejecución, como en El espiante, Cordobesita o Firulete, del lapso 1933-1940; aunque, en la mayor parte de los casos ha preferido los tiempos medios y lentos como en Mañanitas de Montmartre (disco Odeón, 1926), La cachúa (disco Brunswick, 1931), La lluvia y yo (disco Víctor, 1946) o Todo corazón (disco Columbia, 1960). Progresivamente, sin variar los pilares conceptuales de su estilo —divi-sión rítmica, acentuaciones, matices— con su propia escritura o sucesivamente con la colaboración de los arregladores Sebastián Lombardo, Argentino Galván, Horacio Salgán, Roberto Pansera y otros, fue enriqueciéndolo armónicamente, siempre concediendo gran papel a la cuerda, función conductora al piano y una significación exclusivamente tímbrica a la fila de bandoneones, prescindiendo —virtualmente— de solos o de variaciones en este instrumento. Incluyó, junto a los timbres tradicionales de la orquesta típica, arpa, vibráfono y accesorios de percusión —especialmente redoblante con escobillas y platillos— éstos para liberar al piano de un cometido exclusivamente rítmico. Los más destacados pianistas que han alternado bajo su dirección son Rizzuti, Scalise, Barbato, Márquez y Cicaré. Si bien hasta 1932, distintos vocalistas —Teófilo Ibáñez, Ernesto Famá— cantaron en su orquesta fue desde entonces Roberto Ray el intérprete más plenamente identificado con su modalidad: Augustia, Ojos muertos, Aromas, son trabajos representativos en alto grado de esa refinada combinación renovadora de canto y orquesta. Desfilaron por su conjunto luego, estrictamente ceñidos a aquélla, entre otros, Carlos Mayel (Marcas); Ricardo Ruiz (Cuartito azul, Inquietud); Carlos Roldán (Negra María); Oscar Serpa (Fuimos, Hermana, La lluvia y yo); Osvaldo Cordó (Por calles muertas, Cafetín de Buenos Aires); Armando Garrido (Del tiempo de Gardel); Héctor Pacheco (Solo de bandoneón, La copa del olvido); Carlos Barrios (Migaja); Hugo Marcel (Es mejor olvidar); Blanca Mooney (Julián, Arrabalero); Roberto Bayot (Siempre dos); Osvaldo Arana (Viejo Buenos Aires). Entre las versiones instrumentales se destacaron también, como esencial expresión de estilo, Snobismos (1924), La cachila (1931), La mariposa (1943), Mi viejo reloj (1950), Preludio Nº 3 (1953), Adiós muchachos (1952), Soledad (1960), Todo corazón (1960). Por temperamento, su naturaleza de compositor fino e imaginativo, alcanzó mayor plenitud y ofreció casi toda su obra en la variedad cantable del tango: Madre mía, Aromas, Sollozos, Volverás, Si de mí te has olvidado, Pampero, Vida mía. Entre sus páginas para orquesta: Criollo viejo, Mi viejo reloj y Viajando —éstas de corte melódico— y El espiante, Pimienta y De academia—entre las más rítmicas.

Nació en Buenos Aires, en la calle Lavalle al 1600, el 5 de mayo de 1897. Con su madre, profesora de piano, estudió solfeo. Con Pedro Desret y con Manuel Firpo aprendió lo fundamental del bandoneón. Se inició en público durante 1912, integrando un terceto juvenil con el violín de su hermano Emilio y la guitarra de Martín Barreto, primero en actuaciones callejeras; en el café Paulín, de la Avda. San Martín próximo a Gaona y Parral. Actuó en seguida en el café Maldonado, con Antonio Basso (piano) y Enrique Modesto (violín) y en el A.B.C. de Córdoba (ex Rivera) y Canning, completando ese primer fogueo en dos locales de la calle Triunvirato: Venturita y Tontolín. Compartió después otro conjunto con José Martínez, Rafael Rinaldi y su hermano Emilio Fresedo, acompañando también a los hermanos Raymundo y Domingo Petillo para la animación de algunas veladas bailables, en 1915. Al siguiente año, se presentó, juntamente con José Martínez y Francisco Canaro, en el cabaret Montmartre y, ya como figura, en las agrupaciones de Celestino Ferrer y de Vicente Loduca. En las grabaciones Victor, en las que participó con éste, se especificaba claramente en la etiqueta: "Dos bandoneones: Loduca y Fresedo". En 1918, organizó su primer conjunto propio, con Julio De Caro y Rafael Rinaldi (violines), José María Rizzuti (piano) y Hugo Baralis (bajo), para presen-tarse en el Casino Pigall. Desertó transitoriamente de sus propias filas, para viajar en 1919 a los Estados Unidos, juntamente con Enrique Delfino y Tito Roccatagliata a fin de grabar varias series de discos para la Víctor, en Candem; unas, los tres, con un violín y un cello de refuerzo, como orquesta típica Select; otras, con Delfino en solo de piano; otras por él mismo —en solos de bandoneón— como el que registró sobre su tango Nueva York. Con Juan Carlos Cobián al piano, Tito Roccatagliata y Manlio Francia (violines), Alberto Rodríguez (segundo bandoneón) y Leopoldo Thompson (bajo) reestructuró, en 1921, ya de regreso, su sex-teto, con el que comenzó a grabar, siempre para Víctor. Poco después ingresaron Rizuti (piano), José Koller y Adolfo Muzzi (violines) y Humberto Constanzo (bajo), agregándose Manlio Francia (violín) y Pastor Trivelli (bandoneón), para la labor fonográfica y radiofónica, con Raúl Fresedo como baterista y Carmelo Mutarelli alternando en el contrabajo. Actuó en Mar del Plata y en Buenos Aires, en el Abdulla Club y en el Teatro Victoria, animando los bailes del estudiantado de Medicina, así como en las veladas de numerosas residencias de la aristocracia porteña. Su primer disco de director: 7 pelos y Snobismo (Víctor). En 1924, grabando con su orquesta en el estudio que dicho sello tenía en la calle Cerviño, le correspondió hacer las dos interpretaciones que llevó el primer disco que dicha empresa fabricó íntegramente en la Argentina, pasando en 1925 al elenco de Nacional Odeón, donde se inició, compartiendo créditos con Carlos Gardel en dos tangos vertidos al disco: Fea y Perdón viejita. En el mes de octubre de 1928 partió rumbo a París para actuar en los cabarets El Garrón, Lido y Ambassadeurs; dos años después tocó por segunda vez en Nueva York —entonces con su orquesta—, ciudad a la que volvería en una tercera instancia en 1934, presentándose en teatros y por la cadena de la NBC. A todo esto, había ya cambiado de sello grabador, incorporándose en 1930 a los discos Brunswick. En 1932 inauguró el cine Astor, con un concierto de tango a gran orquesta —con inclusión de instrumentinos, bronces, arpa, etc.— y en 1933 su orquesta apareció en dos películas del naciente cine sonoro: Tango, de Moglia Barth y Los Tres Berretines, de Susini y Guerrico. Desde mayo de 1934 hasta mediados de 1950, estuvo contratado invariablemente por la Víctor, empresa de la que se desvinculó a la sazón para ingresar a Columbia, volver durante algunos años a Odeón y continuar ligado a Columbia desde 1959 en adelante. Sociedad Radio Argentina, Cultura, Prieto, Stentor, Belgrano, Splendid y El Mundo, fueron las emisoras que, desde 1924, contaron con su concurso artístico, actuando durante largo tiempo en la boite Rendez Vous, de la que fue propietario. En diversas oportunidades se presentó en Montevideo y en el interior argentino. En 1946 hizo dos grabaciones especiales con el mexicano Pedro Vargas (La última noche y Vida mía) y en 1956, otras con el trompetista norteamericano Dizzi Gillespie (Preludio Nº 3, Adiós muchachos, Vida mía y Capricho de amor). Además de los tangos ya citados, compuso desde La ronda (rebautizado luego El espiante), y estrenados en 1913 por el quinteto de Augusto Berto, estos otros: Panchito, Oro y seda, Oscarcito, 7 pelos, El matecito, Desde que dije adiós, Meneguina, Muchachito de Montmartre, Lina, Arrabalero, Canto de amor, Cielito mío, Per-dón, viejita, Tango mío, Siempre es carnaval, Hablemos claramente, Rosarina linda, Una gota de rocío, Ronda de ases, Volverás (con César Vedani), Volverás (con Emilio Fresedo), Por qué, Si de mí te has olvidado. En 1968, en colaboración con Roberto Pansera y con letras de Roberto Lambertucci, compuso una interpretación tanguera de Los 10 mandamientos, que grabó con Daniel Riolobos. Fallecio el 18 de noviembre de 1984. 

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